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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Garcilaso de la VEGA


Garcilaso de la VEGA







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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  Poetas incluidos
    De la T a la V
  Antólogos
   

BIOGRAFÍA.
Toledo (España), 1503-1536. Recibió una buena formación humanística. Siendo muy joven entró al servicio de Carlos I. Combatió en la guerra de las Comunidades contra los comuneros, así como contra los turcos y contra los franceses. En 1525 se casó con Isabel de Zúñiga, dama de compañía de la hermana del Emperador. Entre 1529 y 1530 acompañó a Italia a Carlos I para que éste fuera coronado Emperador por el papa Clemente VII. Al volver a España, acudIÓ a la boda de su sobrino, sin que el Emperador lo hubiese autorizado, por lo que es desterrado a una isla del Danubio. De allí viajó a Nápoles, como lugarteniente del Virrey. En 1534 regresó a España y se enteró de la muerte de Isabel. Volvió a Italia, donde se le nombró alcalde de Reggio di Calabria. Abandonó el cargo para sumarse a las tropas que iban a luchar contra los turcos. Más tarde, Francia invade Saboya y el Emperador declara la guerra. Durante la campaña de Provenza, Garcilaso resulta herido por una piedra cuando intentaba escalar una fortaleza y a los pocos días, el 13 o 14 de septiembre de 1536, muere en Niza. Su obra poética no fue publicada en vida. Su amigo Juan Boscán fue quien revisó sus manuscritos y los publicó en Barcelona junto a sus propias obras con el título de Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega (1543). La obra completa de Garcilaso está formada por unos 4.000 versos que componen tres églogas, 38 sonetos, dos elegías, cinco canciones y una epístola. (Enrique Valle)


CANCIÓN V

Si de mi baja lira
tanto pudiese el son, que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento,

y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese,
y al son confusamente los trajese;

no pienses que cantado
sería de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido;

ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;

mas solamente aquella
fuerza de tu beldad sería cantada,
y alguna vez con ella
también sería notada
el aspereza de que estás armada,

y cómo por ti sola,
y por tu gran valor y hermosura,
convertido en viola,
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.

Hablo de aquel cautivo,
de quien tener se debe más cuidado
que está muriendo vivo,
al remo condenado
en la concha de Venus amarrado.

Por ti, como solía,
del áspero caballo no corrige
la furia y gallardía,
ni con freno la rige,
ni con vivas espuelas ya le aflige;

por ti, con diestra mano
no revuelve la espada presurosa,
y en el dudoso llano
huye la polvorosa
palestra, como sierpe ponzoñosa;

por ti, su blanda musa,
en lugar de la cítara sonante,
triste querellas usa
que con llanto abundante
hacen bañar el rostro del amante;

por ti, el mayor amigo
le es importuno, grave y enojoso;
yo puedo ser testigo,
que ya del peligroso
naufragio fui su puerto y su reposo,

y agora en tal manera
vence el dolor a la razón perdida,
que ponzoñosa fiera
nunca fue aborrecida
tanto, como yo dél, ni tan temida.

No fuiste tú engendrada,
ni producida de la dura tierra;
no debe ser notada
que ingratamente yerra
quien todo el otro error de sí destierra.

Hágate temerosa
el caso de Anaxérete, y cobarde,
que de ser desdeñosa
se arrepintió muy tarde,
y así su alma con su mármol arde:

Estábase alegrando
del mal ajeno el pecho empedernido,
cuando, abajo mirando,
el cuerpo muerto vido
del miserable amante, allí tendido,

y al cuello el lazo atado
con que desenlazó de la cadena
el corazón cuitado,
y con su breve pena
compró la eterna punición ajena.

Sintió allí convertirse
en piedad amorosa el aspereza.
¡Oh tarde arrepentirse!
¡Oh última terneza!
¿Cómo te sucedió mayor dureza?

Los ojos se enclavaron
en el tendido cueipo que allí vieron;
los huesos se tornaron
más duros y crecieron
y en sí toda la carne convirtieron;

las entrañas heladas
tornaron poco a poco en piedra dura;
por las venas cuitadas
la sangre su figura
iba desconociendo y su natura,

hasta que finalmente,
en duro mármol vuelta y transformada,
hizo de sí la gente,
no tan maravillada
cuanto de aquella ingratitud vengada.

No quieras tú, señora,
de Némesis airada las saetas
probar, por Dios, agora;
baste que tus perfectas
obras y hermosura a los poetas

den inmortal materia,
sin que también en verso lamentable
celebren la miseria
de algún caso notable
que por ti, pase triste, miserable.


COMENTARIOS
Fue Garci Lasso de la Vega un caballero que nos recuerda a Jorge Manrique en su peripecia vital. Resumen del hombre renacentista -pluma y espada-, no es sólo Garcilaso el poeta de la elegancia, de la invención de la 'lira, del uso señero del endecasílabo; es al mismo tiempo y sobre todo, y a través de la perfección formal y de su italianismo a veces conceptuoso y culterano (corrientes que veremos madurar en los siguientes poetas, sobre todo en Quevedo y Góngora), "un poeta que 'llega con la complicada belleza de su perfección formal y su dolido sentimiento, clásico por la expresión y eterno por su contenido humano'" (Díaz-Plaja). Sus poesías líricas -él creó la composición luego llamada 'lira', por el primer verso del poema que arriba escogemos- son escasas -Églogas, Sonetos, Canciones-, pero están transidas de emoción, sentimiento y equilibrio. No en vano se le llama "Príncipe de la poesía española'" (Juan Ruiz de Torres)