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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Juan Laurentino ORTIZ


Juan Laurentino ORTIZ







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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BIOGRAFÍA.
Puerto Ruiz, Entre Ríos (Argentina), 1896 - Paraná, Entre Ríos, 1978. Fue periodista. Nunca se alejó de su tierra natal, llevó una vida alejada de tertulias y grupos y fue conocido por sus fervorosos seguidores como "Juanele". Poemarios: El agua y la noche (1933), El alba sube (1937), El ángel inclinado (1938), La rama hacia el este (1940), El álamo y el viento (1948), El aire conmovido (1949), La mano infinita (1951), La brisa profunda (1954), El alma y las colinas (1956), De las raíces y del cielo (1958), En el aura del sauce (obra, incl. anteriores, más El junco y la corriente, El Gualeguay, La orilla que se abisma; 3 vols., 1970), Obra completa (incluye lo anterior, más El Protosauce, prosas y poesía inédita; 1996), Antología (2001). Premios: Fund. Argentina para la Poesía (1969). Sobre su obra: VV.AA: Poesía y poética, 18 (1995); Pedrazzoli, Julio: Aproximación a la poesía de JLO (1987); Serra, Edelweis: El cosmos de la palabra. Mensaje poético y estilo de JLO (1976); Veiravé, Alfredo: JLO. La experiencia poética (1984); VV.AA: Para Juanele (1976); Macho Vidal, Lina: JLO. Su cosmovisión oriental (1998); Thürler, Nina: JLO. Cosmovisión y poética (1998); Benítez, Luis: JLO, el contra-Rimbaud (1985, 1986).



NO TE DETENGAS ALMA SOBRE EL BORDE
de esta armonía
que ya no es sólo de aguas, de islas y de orillas.
¿De qué música?

¿Temes alma que sólo la mirada
haga temblar los hilos tan delgados
que la sostienen sobre el tiempo
ahora, en este minuto, en que la luz
de la prima tarde
ha olvidado sus alas
en el amor del momento
o en el amor de sus propias dormidas criaturas:
las aguas, las orillas, las islas, las barrancas de humo lueñe?
¿O es que temes, alma, su silencio,
o acaso tu silencio?
Serénate, alma mía, y entra como la luz
olvidada, hasta cuándo?
en este canto tenue, tenuísimo, perfecto.

(De El aire conmovido, 1949 )


ELLA…

Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
-ala del paisaje y del alma de un país, con su polen…

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume…
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito. ..

Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...

Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
los latidos
para el encuentro en los abismos...

Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma…

Y no busca nunca, no, ella…
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...

(De El alma y las colinas, 1956)


COMENTARIOS
El rico y extenso abanico de estilos que luce la poesía argentina ha bebido en fuentes tan disímiles como inobjetables, pero ninguno como Juan L. Ortiz ha tenido hasta hoy ese poder de convocatoria, formidable en sí mismo, entretejido a la manera de un puente movedizo: Sólido y frágil a la vez. Espiritual, delicado en su manera de ser y firme en sus convicciones, sentía una infinita piedad hacia la condición humana, amor al paisaje que le rodeaba, a toda criatura viviente. Y una poesía deslumbrante. Su muy sencilla vivienda ubicada en Paraná, capital de la Provincia de Entre Ríos, fue centro de un peregrinaje emprendido por aquellos poetas que, sin poder definir con claridad ese aura que le rodeaba, advirtieron que algo nuevo se estaba gestando. Juan L. fue quien, en su momento, puso dados en el cubilete, agitó, y tirando de nuevo tal como hizo Huidobro en Chile -pero sin ponerle un rótulo determinado-, renovó la poesía argentina.(Ketty Alejandrina Lis)