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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Miguel HERNÁNDEZ


Miguel HERNÁNDEZ







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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BIOGRAFÍA.
Orihuela, Alicante (España), 1910-1942. Estudió en el colegio de los jesuitas, pero tuvo que dejarlo muy pronto para trabajar cuidando ovejas y repartiendo leche. Participó en la tertulia literaria de Efrén Fenoll y Ramón Sijé, de quien se hizo muy amigo. Fue a Madrid en la década de 1930 y colaboró con José María Cossío en la obra Los toros. Se afilió al Partido Comunista Español y durante la República trabajó en las Misiones Pedagógicas, cuya labor consistía en llevar la cultura a los pueblos y lugares más pobres de España. Estuvo presente en el Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas de 1937 en Valencia. Participó en la Guerra Civil Española y, una vez acabada ésta, intentó salir de España, pero fue detenido en la frontera con Portugal. Se le condenó a pena de muerte, pero le fue conmutada por la de treinta años de prisión. Sin embargo, no llegó a cumplirla, puesto que murió en 1942, en la prisión de Alicante, a causa de la tuberculosis. Escribió libros como Perito en lunas (1934), El rayo que no cesa (1936), Viento del Pueblo (1937), El hombre acecha (1938) y Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941). (Enrique Valle)


NANAS DE LA CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en tus ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vendedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Por venir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño,
nunca despiertes.
Triste llevo la boca;
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne es el cielo
recién nacido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho:
él, triste de cebolla,
tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.


COMENTARIOS
Si ser autodidacta suele conllevar una instrucción desigual e insuficiente, no es este el caso de Miguel Hernández. En efecto, los estudios que siguió en su natal Orihuela (Alicante) fueron mucho menos profundos de lo que a veces se dice; corresponde a él mismo el mérito de su sólida formación en nuestros clásicos. Una voluntad férrea, unida, claro, a una vocación como muy pocas, le permitieron abordar con soltura y con mayor éxito que muchos de sus contemporáneos el ejercicio del verso. Ello no habría sido importante, de no haber poseído un terreno propicio. Su honda humanidad, su intensidad, su originalidad, y sobre todo, su singular capacidad para no dejarse influir, hacen de su obra (a la que muchos poemas fueron añadidos en forma postuma) una de las más notables, y seguramente más perdurables, del siglo XX. (Juan Ruiz de Torres)