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Una antología de la Asociación Prometeo de Poesía

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Poesía de Siempre      Rubén DARÍO


Rubén DARÍO







La antología Poesía de Siempre se ha preparado con 50 poetas de lengua española contenidos en el libro Poetas del pasado, de Juan Ruiz de Torres, más otros seleccionados, ilustrados y comentados por distintos antólogos cualificados, en varios países.

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  Antólogos
   

BIOGRAFÍA.
Metapa -actual Ciudad Darío- (Nicaragua), 1867-1916. De padres separados, lo crió su abuela. En 1886 fue a Santiago de Chile, donde publicó, en 1888, su primer gran libro, Azul. En 1891 se casó con Rafaela Contreras y quince meses después nació su primer hijo. En 1892 viajó a España en nombre de Gobierno de Nicaragua para asistir a los actos del IV Centenario del descubrimiento de América. En 1893 murió su esposa. Tras varios viajes por Estados Unidos, Chile y Francia, adquirió reputación internacional. En 1898 volvió a España como corresponsal del periódico La Nación., de Buenos Aires. En 1900 conoció en Madrid a Francisca Sánchez, con la que tuvo un hijo; con Francisca vivió hasta el fin de sus días. En 1907 fue nombrado representante diplomático de Nicaragua en Madrid. Tras una crisis religiosa, se refugió en Palma de Mallorca; pero la enfermedad, el alcohol, y la pobreza se apoderaron de él. En 1915 regresó a su país y murió en Managua, en 1916. Entre sus obras, destacan Azul (1888), Prosas profanas (1896-1901), Cantos de vida y esperanza (1905) y El canto errante (1907). (Enrique Valle)


VERLAINE. RESPONSO.

Padre y maestro mágico, liróforo celeste,
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador.
¡Pánida! ¡Pan tu mismo, que coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
al son del sistro y del tambor!

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera;
que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor, si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
que de sangrientas rosas el fresco Abril te adorne,
y de claveles de rubí.

Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,
ahuyente la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomena vierta sobre sus tristes huesos,
o la armonía dulce de risas y de besos,
de culto oculto y florestal.

Que púberes canéforas te ofrenden el acanto;
que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel;
Que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
bajo un simbólico laurel!

Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,
en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche,
con ansias y temores entre las ninfas luche,
llena de miedo y de pasión.

De noche, en la montaña, en la negra montaña
de las Visiones pase gigante sombra extraña,
sombra de un Sátiro espectral;
que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;
de una extra-humana flauta la melodía ajuste
a la armonía sideral.

Y huya el tropel equino por la montaña vasta;
tu rostro de ultratumba bañe la luna casta
de compasiva y blanca luz;
y el sátiro contemple, sobre un lejano monte,
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte,
¡y un resplandor sobre la cruz!


COMENTARIOS
En las postrimerías del siglo XIX, aparecen sus dos libros que recogen, primero, el testigo parnasiano francés (Azul, 1888); luego, las innovaciones también francesas, de Hugo, Verlaine y otros (Prosas profanas, 1896). Su efecto sobre los poetas de España y de América es instantáneo, colosal y completo: ha nacido el Modernismo. ¿Que Rubén Darío no fue innovador absoluto, pues copió a los franceses, y anticipaciones ya hubo en otros poetas a su reacción contra el Romanticismo? ¿Que Darío pronto vio que la simple renovación métrica y formal era un camino sin salida, y en sus libros siguientes (Cantos de vida y esperanza, 1905; El canto errante, 1907; Poema del otoño, 1910) abre su abanico de posibilidades y reniega de su primer aliento? No importa; ello no le resta mérito, pues él fue quien rompió los alocados y efímeros esquemas, si es que los hubo, del Romanticismo. Es Rubén más, mucho más que un renovador (o 'restaurador' como alguno le dice) de antiguos metros, de sonoridades versales; detrás de sus fuegos sonoros y rítmicos hay búsqueda de armonías internas, de conocimiento a través del buceo en el misterio. Con Rubén tienen los poetas de hoy una deuda gigante, pues no sólo estableció esos objetivos de belleza formal e innovación léxica, sino que, acosado por sus miedos personales, sondeó en las profundas cavernas del inconsciente y abrió surcos para las vías no racionales del conocimiento, áreas ambas sin las cuales no habría sido posible la actual poesía postvanguardista. (Juan Ruiz de Torres)